Aunque Disney es perfecto para un viaje familiar, fuimos puros adultos –mis compañeros favoritos de viaje– y la experiencia estuvo genial. Para empezar, Sergio, Alberto y yo viajamos de Cancún a Orlando, y ya que estábamos allá, aprovechamos para visitar un par de parques, pero les contaré sobre esto en otro blog (el countdown del crucero: parques y Bad Bunny), porque aquí lo importante es el crucero.
Reservamos el Disney Dream 5-night Western Caribbean Cruise. 5 noches en el caribe con una parada en las islas Caimán, y otra en la isla de Disney en Bahamas. El crucero comenzó en Miami, en donde se sumó la cuarta viajera: Karis, y ya con el grupo completo nos fuimos al puerto en donde comenzó la experiencia. El clima estaba perfecto, despejado, caluroso y algo húmedo, nada que un cancunense no conozca. Desde el taxi alcanzamos a ver el barco, que por cierto se veía mucho más grande de lo que había imaginado. Todos habíamos descargado la aplicación de Disney Cruise, en donde están todas las actividades de la semana, el mapa del barco, y lo más importante en ese momento: el visto bueno de que estás listo para abordar. Adicional a los documentos que tienes que subir a la plataforma cuando reservas, te van a pedir la prueba negativa de COVID (independientemente de que estés vacunado), y aunque a la mayoría nos lo autorizaron rápido, marcaba autorización pendiente de Karis. Nos mandaron a otra puerta, y aunque había un poco de fila, una vez que nos atendieron fue súper rápido y en menos de cinco minutos ya estaba todo arreglado. Y así llegamos al túnel que llevaba al barco.
La bienvenida estuvo hermosa, justo antes de entrar te preguntan cómo quieres que tu grupo sea presentado… Y ya que atraviesas la puerta, el personal de animación te anuncia en un micrófono y todos los animadores te reciben con festejos y aplausos. ¡Eso es lo que llamo una bienvenida especial!
Primero te dan la llave de tu habitación, (¡es muy importante que la cuides!) que además es una especie de tarjeta de crédito. Puedes vincular una de tus tarjetas, recargarla con efectivo, o ellos te dan $300 dólares de crédito (tienes hasta el último día para pagar lo que hayas gastado), ya que es el único medio de pago que se acepta en todo el barco. Lo padre es que en la aplicación hay una parte en donde puedes ir viendo el desglose de tus gastos. Probablemente te preguntes, ¿qué hay que pagar si es un crucero todo incluido? Bueno, para empezar, están las tiendas de souvenirs, como la Bibbidi Bobbidi Boutique (¿no está genial el nombre?). También puedes ir a los bares y comprar cocteles, reservar actividades para las islas, y hay un par de restaurantes que no están incluidos. Otra cosa importante que no está incluida, es el internet. Uno va a desconectarse del mundo, pero literal te desconectan porque ni siquiera llega la señal de datos. La única forma de tener contacto con el exterior es comprando paquetes de internet (más o menos $20 dólares 100 MB). Lo que sí puedes hacer es comunicarte con tus amigos en el crucero, porque en la aplicación de Disney siempre hay señal y puedes chatear con personas que están en el crucero y tienen la app. Pero bueno, ya con la llave de la habitación, tienes que identificar la zona que tienes asignada para temas de seguridad del barco, en donde está el bote salvavidas que te corresponde, y el personal que te ayudará en caso de emergencia. Después de las instrucciones de seguridad fuimos a la habitación para dejar nuestras cosas y explorar.
Sabíamos que en un crucero todo es reducido y aprovechan todos los espacios, pero las habitaciones estaban hermosas y no se sentían para nada apretadas. El baño y la regadera (con una pequeña tina) eran angostos, pero estaban en dos espacios independientes, cosa que resultó muy práctica. Después estaba la cama con una cortina que separaba “el área de estar” en donde había un tocador, una pantalla, y un sofá con una mesita. Y al fondo un balcón con dos sillas y una mesa para presenciar la hermosa vista al mar, y los increíbles amaneceres y atardeceres.
Después de dejar las maletas nos fuimos a recorrer el sitio. El barco tiene 13 pisos y se divide en tres secciones: aft (parte trasera del barco, en donde hay restaurantes, el área de buffet, y un cine), mid (el centro, en donde hay más restaurantes, albercas, y el área de servicio al huésped), y forward (la parte delantera, en donde está la sección de adultos y algunos shows). Nuestras habitaciones estaban cerca de la parte central, así que era relativamente rápido llegar a cualquier lado (relativamente siendo la palabra clave porque es un barco muy grande así que sí o sí caminas bastante), pero hay elevadores en las tres zonas así que desde cualquier habitación se puede llegar rápidamente a ellos.
Ahora, empecemos por el entretenimiento. Si viajas con niños, seguro les van a encantar las áreas de Kids Club, que están grandes y son tematizadas. Está el Oceaneer Lab para niños de 3 a 12. El Edge para niños de 11 a 14 y el Vibe de 14 a 17. Te dejan conocer estas áreas en un “Open House” cuando llegas al barco, pero por obvias razones, en el día no hay acceso a personas que no estén registradas.
En cuanto a los shows, el primero es en el área principal de entretenimiento y es justo cuando el barco zarpa (¡nota curiosa! Cuando el barco zarpa, la sirena del barco suena como un pequeño remix de canciones de Disney), en este show presentan a todos los personajes: Mickey y Mimi, las ardillas Chip y Dale, el pato Donald, Daisy, Pluto y Goofy (a quien Sergio y yo aún conocemos como Tribilín). Todos ellos te dan la bienvenida cantando y bailando. También nos tocaron los shows de la Bella y la Bestia, la noche pirata, el show de Disney’s Believe (¡el genio que protagoniza la obra es de lo más simpático!), también vimos al mago John Cassidy, que hizo un show para niños y otro solo para adultos, y honestamente no sé cuál de los dos estuvo más divertido. La pirotecnia de la segunda noche (la noche pirata), también estuvo espectacular, y los Golden Mickeys que es una especie de Oscares en donde no paras de reír. Los personajes (tanto los que estuvieron en el show de bienvenida, como las princesas), están disponibles en ciertos horarios para que los niños los saluden y se saquen fotos con ellos. También pasaban películas, tanto en un cine cerrado como en la alberca principal (en el área familiar). Casi siempre había algo que ver… Thor, Frozen 2, Buscando a Dori, y quién sabe cuántas más. Ah, y al terminar la noche pirata pusieron Los Piratas del Caribe, porque claro, no podían faltar.
Los bares también estaban de lujo, como el Meridian (en donde hay un área para fumar), el Evolution y el District Lounge. Ahí eran los shows de adultos, y alguno que otro familiar. Tenían karaoke, juegos, Bingo y la Fiesta Silenciosa, que es un concepto interesante. Te dan unos audífonos con tres estaciones (cada una de ellas prende los audífonos de un color distinto). La primera es música de los 90’s y actual. La segunda de los 80’s y la tercera es de música latina. Puedes ver por los colores de cada audífono lo que están escuchando los demás, y está chistosísimo porque estás en un super ambiente, bailando y echando relajo, pero si te los quitas escuchas gritos, a algunos cantantes desentonados, y el sonido de cristalería por la zona de la barra.
En el día, si no quieres hacer las actividades, te puedes meter a las albercas o tirarte en los camastros, del tobogán, y también hay un jacuzzi-sauna en la zona de adultos con el agua a 40ºC (104ºF), ésta fue mi área favorita. ¡Cuánta relajación!
Ahora hablemos de la comida. El servicio a la habitación está incluido las 24 horas. Junto a las albercas hay un área de tres estaciones de comida en donde te sirven pizzas, hamburguesas, ensaladas y paninis. También hay máquinas de helado. Para beber hay café, té, agua y refrescos ilimitados en las máquinas dispensadoras y en los restaurantes, que, por cierto, la mayoría están incluidos, solo hay dos que puedes reservar con anticipación, son solo para adultos y tienen código de vestir formal: Palo, y Remy.
El desayuno era en el restaurante “Cabanas” con un buffet muy variado, incluyendo por supuesto, huevos, hot cakes, waffles en forma de Mickey, fruta, y panecitos. Pero también podías ir a desayunar al restaurante en donde habías cenado la noche anterior y pedir a la carta. Solo que tenías que llegar temprano y siendo honestos, lo que menos queríamos hacer era despertar temprano. Por supuesto cuando viajas con niños no aplica el dormir hasta el mediodía así que muchas familias sí aprovecharon los desayunos en los restaurantes.
La comida normalmente nos tocaba en la alberca, en las estaciones de las que hablaba antes, con pizza, hamburguesas y paninis, o en alguna de las islas, en este caso Gran Caimán y la isla de Disney Castaway Cay en Bahamas.
Las cenas sí estaban programadas y lo organizan todo de una manera perfecta. Desde antes de subir al crucero te asignan un horario, ya sea 6:15 pm o 8:15 pm, a nosotros nos tocó el segundo. Y el personal que te atiende, te acompaña en todos los restaurantes: a nosotros nos tocó Nova, nuestra súper atenta mesera, Josmar, su asistente, e Ibrahim, el supervisor. Los tres fueron maravillosos, nos consintieron en todo lo que pedíamos y se aseguraron de que probáramos nuevas cosas y quedáramos satisfechos (aunque en el caso de mis acompañantes: ¡súper llenos!). Los menús son de cuatro tiempos. Hay menú de niños, opciones veganas y todo tipo de mariscos y carnes para los que comen de todo. Aquí entre nos, yo soy mala para todo el tema de la comida, pero ¡vaya que hicieron un esfuerzo extraordinario por complacerme! En cambio, Karis, Alberto y Sergio, que son menos sangrones en este aspecto, disfrutaron mucho la comida, y les pareció siempre deliciosa. Así que si eres una persona que come de todo, estoy seguro de que te encantarán todos los platillos.
El primer día nos tocó cenar en el Enchanted Garden, que está tematizado como los jardines de Versalles. El segundo día cenamos en el Royal Palace, que como podrán imaginarse, era un palacio real, muy elegante con los meseros vestidos de sirvientes de la realeza. El tercer día, fue el cumpleaños de Alberto, y festejamos en Palo, un restaurante de comida italiana que tuvimos que reservar con tiempo, pero que definitivamente vale la pena conocer. El siguiente día cenamos en el Animator’s Palate, que es un restaurante interactivo, con pantallas en donde Crush y otros personajes de Nemo te hacen reír con sus ocurrencias mientras disfrutas de la deliciosa cena. La última noche nos tocó regresar al Enchanted Garden y una vez más, estuvo delicioso cenar en ese ambiente surreal.
Ahora llegamos a las islas. La primera parada fue en Gran Caimán. Una isla británica al sur de Cuba, y la más grande de tres (Gran Caimán, Pequeño Caimán y Caimán Brac). Se maneja el dólar de las islas Caimán, que vale $1.20 dólares americanos (como $24 pesos mexicanos), y dato curioso: el volante de los coches está del lado derecho. Nosotros no reservamos actividades desde el crucero, así que nos tocó llegar a ver qué opciones había disponibles. Nos subimos a un taxi-combi de $6 dólares por persona y nos llevó hacia la playa. El mar estaba tranquilo y transparente, solo que, a diferencia de Cancún, la arena quema, ¡así que lleva sandalias! En la playa había banana boats, motos acuáticas y un sofá-banana. Nosotros rentamos una moto y el sofá banana. Cabe mencionar que de los cuatro soy la menos extrema. Alberto y Karis son los más locos, y Sergio, aunque no es tan adrenaline junkie como ellos, siempre se sube a todo… Bueno, yo de adrenaline junkie no tengo ni un pelo, y en la moto, pasé recordando aquella vez de mi infancia en donde me volteé con mi tío (José Luis, sé que tú tampoco olvidarás esa experiencia). Sin embargo, me tocaron choferes geniales (Alberto y Karis) que hicieron del recorrido una cosa muy extrema y divertida. Sergio no puede decir lo mismo, al menos en la vuelta en donde fui su chofer. Esa vuelta consistió en: acelerar un poco, gritar, soltar el acelerador, reír nerviosamente, gritar, y nuevamente acelerar un poco. Después llegó el turno del sofá banana. Es un sofá inflable para cuatro personas en donde vas sentado, sostenido de las agarraderas que están en el asiento y a los costados. En verdad no había olas, el mar estaba súper tranquilo, pero el conductor que nos arrastraba desde una moto, hacía vueltas y acelerones para que saliéramos volando. La verdad estuvo muy divertida la experiencia.
La segunda isla fue Castaway Cay en las Bahamas, la isla de Disney. Aquí puedes rentar bicicletas, equipo de snorkel, triciclos de agua, y un tour de nado con mantarrayas. Ese tour, por cierto, lo tomó Karis, y le gustó mucho. Sergio y Alberto snorkelearon. Alberto encontró la estatua de Daisy, y Sergio, un poco más intrépido, y al parecer menos cansado, encontró a Eric (el príncipe de la Sirenita), un barco hundido con Mickey en la punta, y muchas estatuas más. Los tres se subieron al tobogán, y el trenecito nos llevó de un lado a otro de la isla. En la zona de adultos hay otro restaurante y en la playa había música en vivo y camastros para relajarse.
Así que, en resumen, estos fueron los 6 días del crucero de Disney: día 1 zarpamos, día 2 en altamar, día 3 parada en Gran Caimán, día 4 altamar, día 5 isla Castaway Cay de Disney, y día 6, a las 9 de la mañana después de desayunar, bajamos del barco.
Pros y Contras:
Comencemos por los contras, que son mucho menos en comparación con los pros. Hay mucha gente y las albercas suelen estar algo llenas –al menos las familiares–, por ende, las filas son largas al entrar y salir del teatro y en las estaciones de comida rápida. No hay internet (aunque esto puede ser una ventaja si estás de vacaciones), y definitivamente necesitas llevar dinero para gastar y dar propinas, aunque todo aparentemente esté incluido.
Pros: El barco es tan hermoso como un hotel de 5 estrellas, las instalaciones son de lujo y no hay un solo detalle en el interior que se vea viejo o dañado. El servicio de todo el personal es excelente. La organización de los shows, concursos, actividades y en general todo el entretenimiento es perfecta, y adaptada para cada público sin importar la edad. La comida es deliciosa y nunca te quedas con hambre. Estás el tiempo perfecto en cada isla, y por supuesto, desde donde estés hay una vista increíble y un ambiente mágico que no podía faltar en la experiencia Disney.